jueves, 9 de junio de 2016

Del colegio a la universidad


El paso de la vida escolar a la universitaria, puede resultar sencilla para algunos jóvenes, pero compleja para otros. Por esto, los conocedores en el tema, recomiendan una serie de pautas que facilitan esta transición.

Deserciones en los primeros años 

Varios estudios a nivel de Latinoamérica han observado que un número elevado de alumnos, desertan en los primeros semestres de universidad seguido de fracasos tempranos, pues no logran adecuarse a las exigencias que supone la educación superior; lo que se ha convertido en un tema de especial atención en la población educativa.

En cuanto a qué se debe este fenómeno, las investigaciones sugieren que obedece a un problema tanto de los estudiantes, como de las instituciones de educación básica y superior, pues ambas están llamadas a realizar un trabajo articulado para lograr una mejor adaptación de los jóvenes.

Referente a los estudiantes, se revelan una serie de fallas que los conducen a los senderos del fracaso, como son: la pobreza de métodos de estudio, la dificultad en la comprensión lectora, la ausencia de conocimientos básicos, la insuficiente orientación en la elección profesional y la falta de habilidades personales como autodisciplina, persistencia, concentración, por nombrar sólo algunas.

Adicional a los factores mencionados, se suma la soledad e incapacidad de los jóvenes pupilos para establecer relaciones sociales con sus pares, quienes se toparán con personas provenientes de diversos mundos y deberán aprender a trabajar con ellas.

Cambio de vida

Ahora bien, hay que considerar que los jóvenes pasan de un ambiente a otro completamente desigual. A diferencia de la universidad, la vida escolar se caracteriza por ser un espacio comunitario y por su trato personalizado en el proceso educativo de cada alumno. De cierta forma, en la escuela secundaria, el estudiante tiende a ser dependiente de la institución y del profesorado, con quien se llega a desarrollar una estrecha relación.

Por ello, el cambio drástico cuando ingresan a la universidad, donde encuentran un mayor grado de exigencia, independencia, competitividad y se hallan frente a una realidad que los obliga a ser los protagonistas de su propia formación, en la que deben ser autónomos, así como regular su tiempo y esfuerzo para lograr el éxito, y aunque el profesorado hace su debido acompañamiento, el grado de involucramiento es mucho menor que en el colegio. De ahí que algunos jóvenes, les cueste más de lo normal, acoplarse a las nuevas circunstancias.

El papel de los padres

Aunque a esta edad el joven ya debe tener todo un paquete de valores y competencias incorporadas, el papel de los padres aún continúa. La familia está llamada a respaldar a los hijos en sus buenas decisiones, darles apoyo y orientación durante este período de transición. También es importante que los padres les brinden oportunidades a los hijos para ejercer su autonomía y toma de decisiones, como dejarles hacer encargos que involucren cierto grado de responsabilidad y en caso que se presenten trabas, serán ellos mismos quienes encuentren la solución.

También hay que identificar cómo y cuándo intervenir en la vida universitaria de los hijos, habrá que ser sutiles pero a la vez cariñosos y comprensivos, así los chicos se sentirán acogidos y probablemente acudirán a los padres en caso de presentarse inconvenientes.

Pautas que facilitan la transición

En gran medida, este problema tiene sus orígenes en la falta de preparación de los alumnos en la etapa pre-universitaria. Qué se debe tener en cuenta para lograr dicha adaptación, son los consejos a continuación:

1. Conviene incorporar la pedagogía universitaria (auto aprendizaje) en los últimos años secundaria. De igual manera, fomentar las habilidades necesarias para llevar a cabo trabajos de investigación, tutorías y exposiciones orales.

2. Meses previos al ingreso a la universidad, se recomienda que el joven se vaya familiarizando con el ambiente que le espera. Así que los programas pre-universitarios como semilleros o cursos preparatorios, deben ser acogidos por los jóvenes.

3. Los padres también pueden desarrollar un plan de acción en casa, el cual brinde las herramientas necesarias para que el joven llegue totalmente dotado al exigente mundo universitario.

4. La orientación profesional debe hacerse tal vez con más énfasis. La elección de la carrera de acuerdo a los gustos y capacidades del alumno, determinarán en parte, el éxito en su vida profesional.

5. Despertar la motivación de los alumnos, en cuanto al logro de objetivos por esfuerzo y dedicación.

Fuentes: educared.org, lanacion.com.ar, eluniversal.com.mx

Cuidado con lo que dices: podrías fomentar el Bullying en tus hijos


l Bullying, sin querer, puede empezar a fomentarse desde la tranquilidad del hogar, con esos comentarios mordaces, despectivos, injuriosos, etc. que los padres hacen delante de los hijos, sobre otras personas.

Esos comentarios suelen fomentar en los hijos la xenofobia, el racismo, la intolerancia, el abuso de fuerza, la discriminación, la burla por el físico o imagen, etc., de eso, solamente hay un pequeño paso para desencadenar el chispazo del crimen del bullying.

Los padres deben comprender que sus comentarios, hechos o actitudes despectivas o agresivas, tienen consecuencias directas sobre el comportamiento de los hijos. Estas son algunas formas de promover el bullying en los hijos:

12 Ocasiones en las que los padres pueden sembrar la semilla del Bullying en sus hijos

1. Cuando critican a las víctimas del bullying al decir “Algo habrán hecho”. “No saben ni defenderse”.

2. Cuando critican a los que son pacíficos y no quieren meterse en peleas, animando a los promotores del bullying: “Son unos cobardes, dejan que todo el mundo haga lo que quiera, no imponen su autoridad”.

3. Cuando critican a todo lo que sea inclusión, flexibilidad, generosidad, comprensión, caridad, respeto, etc.

4. Cuando critican aseverando que todos hacen todo mal, y nosotros lo hacemos todo bien.

5. Cuando critican con expresiones faciales o lenguaje corporal, indicando el disgusto de estar con alguien, que no les cae bien.

6. Cuando critican a los profesores que castigan a los responsables del Bullying.

7. Cuando critican despiadadamente a otros familiares o amigos comunes, en relación con sus gastos o ingresos, situación económica, problemas familiares, etc.

8. Cuando critican de forma hiriente o ridiculizadora, los artículos de opinión, noticias o personas en los medios de comunicación.

9. Cuando critican perversamente, atentando contra la autoestima y dignidad de otras personas, en frases como: “No valen para nada”. “Por mucho que se esfuercen no lo van a conseguir”. “No vale la pena, ni que lo intenten”. “No son capaces”. “Por su culpa, nosotros estamos así”.

10. Cuando critican negativamente todo lo que sucede, expresando intolerancia hacia lo diferente o ignorado.

11. Cuando critican sobre colectivos diferentes a ellos, por su fe, raza, etnia, color, situación económica, cultural, salud, presencia, etc.

12. Cuando critican sobre todo lo que se oye o ve en la televisión, en determinados programas, sin ejercer el derecho de cambiar el canal.

En el mismo hogar puede empezar la siembra de la semilla del odio, pues cuando los hijos llegan a tener poder, en grupo o en solitario, contra otra persona diferente, se le viene el recuerdo de las injurias que sus padres han dicho, sobre determinadas personas. Casi siempre indefensas o en minoría.

Recordemos que los padres deben ser para sus hijos los modelos de virtudes, por eso es importante examinar las propias conductas y evitar todo aquello que afecte negativamente a los hijos.

Colaboración de Francisco Gras -Blog Escuela para padres- para LaFamilia.info.